domingo, 2 de diciembre de 2012



Esta imagen fue realizada por Federico Abuyé






La postal

La postal que tenía en mis manos databa del año 1925. Observaba aquella imagen con detenimiento, como si estuviera yo mismo allí parado contemplando aquel paisaje. Era una foto en blanco y negro que enmarcaba una porción de algún pueblo perdido. Mientras mi vista se detenía en algún punto del paisaje, mi mente viajaba a ese sitio, fantaseando sobre el momento en que alguien, un desconocido para mí, disparaba el botón de la cámara, guardando en el rollo de acetato este paisaje que a él le habría llamado la atención. Esta persona había elegido plantarse en ese punto para tomar registro de lo que veían sus ojos.

Una calle de tierra era la entrada a ese lugar en el mundo, cercada por jardines y bancos vacíos; en el fondo, más allá de lo que pareciera ser una escuela, descansaba un burro, diminuto, casi imperceptible: era el único testigo. A pesar de las nubes, la sombra se hacía espacio debajo de unos árboles, y por el tamaño de la misma, sospechaba que aquel desierto sería producto de la tan respetada hora de la siesta.

Habiendo ya repasado cada detalle una y otra vez, comencé a inquietarme con la idea  de que, quien había tomado la fotografía ya estaría muerto, y era yo mismo, un siglo después, el que estaba dándole vida a aquel paisaje impreso en el cartón que sujetaba entre mis dedos. Era yo el que movía las piezas del entorno, la cultura, el estilo y las costumbres de los que habitaban ese pueblo.

Me recliné sobre el respaldo dejando la postal a un lado, aún sin soltarla, pensando en las fotos que yo había tomado a lo largo de mi vida, en la gente que, incluso, quedaba retratada en ellas, algunos conocidos, otros completamente anónimos.

Sonó el reloj de pared; marcaba las once: tenía que continuar con mi tarea. Eché una última mirada a la postal y la rompí, primero la partí a la mitad, luego en cuartos. El tacho de basura estaba a mi alcance, alcanzó con estirar el brazo.

Mientras continuaba ordenando la casa, pensaba en aquel paisaje. Me detuve un instante para mirar a través de la ventana, ese otro marco; sabía que, para la próxima vez que ordenara la casa, esa postal que hoy me había cautivado pasaría al olvido.



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